El pequeño sendero rural

El pequeño sendero rural

Lulu espera en el semáforo. La noche tranquila y cálida se desliza por el pequeño sendero rural. No hay un alma. Por la ventana Lulu vislumbra las luces tenues de las casitas salpicadas por el bosque que flanquea el camino rural. Se pregunta acerca de la existencia del semáforo, dudando que haya mucho tráfico en esta calle tan remota. Espera en una intersección, pero el camino que la atraviesa ha desaparecido entre el bosque denso y la noche oscura. Supone que en el día debe haber más tráfico.

Tranquila, plácida como esta noche de verano, Lulu solo piensa en llegar a su casa que su abuela árabe le heredó. Piensa en su jardín con las vides retorcidas y entrelazadas trepando por el enrejado. Piensa en Djinn, el genio rojo que vive dentro del pequeño armario oriental que sus horrendos parientes dejaron al despojar la casa de todas las pertenencias de valor tras la muerte de Nanna. Hace tiempo que no sabe nada de sus primos que han hecho lo imposible para sacarla de esa casa que legalmente le pertenece. Acoso, difamación, súplicas y amenazas, pero Lulu no se deja intimidar. Djinn está de su lado, le es leal a ella y a nadie más, y solamente ha utilizado su magia para envolver a Lulu en una burbuja de paz. 

Lulu mira el retrovisor y alcanza a divisar el rostro encolerizado de su primo cuando estalla el trueno y la envuelve en una oscuridad espesa y sofocante. Su cuerpo se tambalea en un mar enfurecido y ella siente que la revuelcan durante horas, años, siglos enteros. El universo revolotea a su alrededor y la presencia roja de Djinn la alcanza, la agarra y se enrosca por su cuerpo hasta que la furia estruendosa se detiene. 

Lulu abre los ojos y únicamente ve blanco a su alrededor, pero pronto se da cuenta de que son las bolsas de aire que han reventado. Nota los asientos torcidos y los vidrios rotos. 

Temblando, Lulu abre la puerta con un rechinido infernal y sale lentamente del coche volteado. Se arrastra por el pavimento cicatrizado por víboras de chapopote que cubren las grietas causadas por las raíces ancestrales, quienes reclaman su territorio. 

No hay un alma. A lo lejos suenan voces tenues, y grandes luciérnagas blancas corren hacia el siniestro.

Lulu atisba las luces rojas que se alejan por el pequeño sendero rural y desaparecen entre los árboles. La voz grave y dulce de Djinn le susurra al oído.

—Sí, fue él. Fue tu primo en su pickup con tumbaburros. Y lo hizo adrede.

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